No hay nada especialmente complicado en el anarquismo, excepto las terribles discusiones que conlleva, como por ejemplo, "imagínate el caos que habría si todo el mundo hiciera lo que quisiera". Sin embargo, ahora mismo vivimos en el caos. Millones de personas están en el paro, mientras otras están sobrecargadas de trabajo, de un trabajo por demás repetitivo y rutinario. Hay gente que se muere de hambre a la vez que se está arrojando comida al mar para mantener los precios. El aire se encuentra contaminado a causa del humo que desprenden coches muchas veces ocupados por una sola persona.
La lista de locuras y situaciones caóticas en la sociedad actual es interminable.
Incluso los "beneficios" del Estado son en realidad perjudiciales. La Seguridad Social, por ejemplo, se dedica a poner parches como un taller de reparación industrial, y en el fondo es algo parecido. Estos servicios nos hacen dependientes del Estado y lo peor de todo, nos compran por muy poco. Frenan nuestra propia iniciativa de crear una Seguridad Social autogestionada y enfocada hacia nuestras necesidades, no hacia las suyas.
La autoridad, por su propia naturaleza, sólo puede interferir e imponer cosas. Seguro que la gente corriente puede imaginarse alguna forma de organización que impida al Estado la destrucción de sus hogares para construir bloques vacíos de oficinas. Es un principio básico del anarquismo que sólo aquellas personas que viven en una determinada zona tienen derecho a decidir sobre su organización, y sobre los asuntos que conciernen a esa zona.
Historia Marta Sanchez
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